—Y llegaste tú, tan joven y con tanto vivido, no puedo evitar compararme. Siento que voy tarde para conseguir la vida que deseo.—
Explotó Enis después de unos días habiéndose guardado todo aquello.
— ¿Tarde? ¿Cómo tarde? Tienes 25 años Enis. — Repliqué, sereno y expectante por lo que acababa de escuchar.
—Lo sé, pero todo lo que he dejado de vivir y hacer por problemas del pasado, traumas y taras que me persiguen a día de hoy, el sentir que todo ese tiempo perdido en cosas sin importancia no me hicieron progresar hacia los sueños que tengo actualmente, voy tarde para ello. Lo tengo asumido, no hay más dramas.—
Fue acabar de hablar y sentir las campanadas de la iglesia más cercana, en aquel preciso momento se cumplió la media noche en las frías y húmedas calles de Cork. Nos encontrábamos a mediados de enero, en pleno invierno irlandés, con días grisáceos y lloviznas mañaneras. Desde la ventada de la casa se podía observar una callejuela del centro de la ciudad, donde gran parte de los establecimientos tenían sus puertas traseras de emergencia, se encontraba totalmente inhabitada a aquellas horas. La neblina se hacía presente cuando pasaba por encima de algún letrero luminoso “Exit” que permanecía encendida toda la noche.
Enis le dio un sorbo al café descafeinado, seguido de una calada al tabaco liado que se encontraba apoyado en el cenicero, y continuo con el discurso que había estado premeditando durante toda mi estancia.
— El ver las amistades de mi edad, habiéndose sacado una carrera universitaria, viajado medio mundo, con sus propios negocios y trabajando de lo que les conviene. Es en el mundo que nos encontramos, quien no corre vuela y quien se haya quedado dormido en los andenes ya no tienen cabida. Que lastima haber despertado tan tarde, ser plenamente consciente ahora y no hace unos años donde me encontraba perdiendo el tiempo.—
La cocina estaba hecha un desastre. La mesa estaba continuamente destartalada, todavía se encontraban los restos de la cena junto con un par de portátiles, una pila de libros y un par de tazas. Si observabas detenidamente podías encontrar restos de incienso (o palo santo) por el suelo, Enis solía quemar un poco por la noche antes de irse a dormir.
Dicen (algún entendido) que tu casa es el reflejo de tu estado emocional. Cuando todo está hecho un esperpento en el lugar donde habitas, te encuentras constantemente yendo a contracorriente. En cambio, cuando todo está en orden, es más fácil operar. No quería ser el primero en juzgar la situación presente, pero ese detalle me llevo a sospechar lo que se acabó por confirmar al poco de mi llegada. Descontrol en todos los sentidos.
En esta ocasión viajé a la verde isla de Irlanda, donde en el sur de dicho país se encontraba viviendo Enis, una vieja amiga (de vieja no tenía nada). Cork fue el lugar elegido por Enis para empezar una nueva vida, un sitio para seguir en su continua lucha de conseguir todo aquello que anela, más bien en el proceso de saberlo. En aquel reencuentro encontré cobijo, largas conversaciones nocturnas y un par de conclusiones.
—Me carcome por dentro, no se hacía donde voy. No tengo las claves de nada. — Enis.
Esos ojos ya los había visto antes, tal mirada residió en mí (no hace tanto de ello). Esos ojos medio caídos, adornados con un aura de pena, cejas ligeramente fruncidas y una ligera mueca en la cara. La mirada no enfoca a nada concreto, está perdida, está encerrada en su propio cabeza, pensando y repensándose el sentido de cualquier cosa. Esa mirada tímida está en busca de algunas palabras que le den significado a todo esto, esa mirada está pidiendo ayuda a gritos.
Pensé que iba tarde, pero no fue así.
— Lo primero que te sugeriría dejar de hacer es comprarte conmigo o con cualquier otro ser que te rodea.— Solté después de un tiempo en silencio.
—Es objetivamente imposible llegar a compararse con alguien. Todas tus experiencias, todo tu entorno, lo cual te ha ido condicionando, familia, amistades, problemas del pasado y sobre todo las guerras internas que se ejercen en tu cabeza. Todo forma parte de ti, es una parte de ti y te hace ser quien eres a día de hoy.—
— Qué fácil es hablar desde tu posición, teniendo las cosas claras todo se ve más sencillo. — Enis.
—Siéndote honesto, no sé lo que hago. Me encuentro constantemente en un sinfín de dudas, improvisando de nuevo sin saber bien lo que hago. Supongo que ahí está la magia de todo, en no saber lo que pasara próximamente. Sabiendo tu pasado y lo que haces en el presente se pueden trazar líneas para intentar saber tu futuro y aun así será incierto.—
El pasado da sentido a tu presente y tu presente dará sentido a tu futuro.
— Creo que está bastante claro tu propósito. Has venido a alumbrar con una luz blanca a los demás. Trotar el planeta en busca de algo, ese algo está en el proceso, el proceso de iluminar a los demás con tu escritura, tus conversaciones y tu manera de ver el mundo.— Aquellas palabras de Enis me siguen retumbando por dentro a día de hoy.
— Ojalá fuera tan idílico. Quiero hacer entender que nunca es tarde para nada. Nunca es tarde para aprender un nuevo idioma, empezar a entrenar de nuevo, para ser responsable de ti… —
Crea un plan, aférrate a él, déjate llevar mientras tanto y sonríe para la foto. Comenzemos por la cocina.
Deja un like si te gustaría leer una futurible segunda parte.